También hemos olvidado cómo disentir de manera productiva y cortés. Se ha vuelto cada vez más difícil tener conversaciones civiles con personas que tienen diferentes puntos de vista, y muchos simplemente se rodean de noticias que confirman sus creencias (y círculos sociales) que los aíslan de nuevas ideas, simplemente reforzando sus formas preferidas de ver el mundo. Nos hemos instalado en cámaras de eco, favoreciendo la mentalidad cerrada y la validación en lugar de la mentalidad abierta, la curiosidad y la investigación libre. Hemos visto el precio de la arrogancia en las familias, los vecindarios, los lugares de trabajo y la sociedad.
La humildad contrasta fuertemente con el estado actual de las cosas, ofreciéndonos una manera de involucrarnos a nosotros mismos y a los demás con honestidad, curiosidad y mentalidad abierta. Se ha demostrado que la capacidad de presentar nuestras ideas y puntos de vista con modestia, compartir elogios y culpas, y considerar las necesidades de los demás, aumenta la felicidad , fortalece las relaciones y logra el éxito profesional.
La humildad ha sido ensalzada durante mucho tiempo como una virtud antigua y, sin embargo, con demasiada frecuencia, el rasgo se pasa por alto y se devalúa. Sin embargo, investigaciones científicas recientes han comenzado a revelar lo que nuestros antepasados ya sabían: que la humildad tiene el poder transformador de cambiar la vida, las relaciones, el trabajo y la sociedad misma de las personas.
La humildad se trata de verse a uno mismo como del tamaño adecuado: no demasiado grande (ego demasiado inflado), pero tampoco demasiado pequeño (tímidamente pusilánime). Implica: